Autocrítica destructiva (parte 2 de 2)

Ahora que ya conocemos un poco más qué es la autocrítica destructiva y cuáles son sus características, vamos a ver cómo podemos lidiar con ella.

¿Qué la genera?

Normalmente, o al menos en mi caso, este tipo de comportamientos los suelen generar las metas inalcanzables que nos ponemos. Por ejemplo, yo quería hacerlo todo perfecto, lo cual es del todo imposible. Y quería hacerlo todo perfecto por el miedo a las críticas y a ser juzgado (el miedo a equivocarme creo que fue lo que más me frenaba hace unos años).

Las metas poco realistas nos levan a la autocrítica destructiva

Para poder saltar desde aquí, hay que superar primero saltos más pequeños.

El caso es que, ese listón tan alto siempre generaba inconformismo en mí mismo. Ese inconformismo dio lugar a la crítica. Y como el listón era inalcanzable, el inconformismo era continuo, y las críticas hacia mí mismo se prolongaban continuamente en el tiempo.

¿Cuáles son las consecuencias de esta autocrítica patológica?

Estancamiento.

Para mí, la consecuencia más importante es que es como un ancla: genera inmolismo, estancamiento, y dejar de hacer ciertas cosas por esa sensación de angustia que genera enfrentarse a ellas.

Esta crítica nunca nos alaba, al revés, solo genera pensamientos negativos y nos hace sentir mal, lo cual no ayuda a crecer en absoluto. Pero es que además, nos deja estancados en el malestar, y siempre acabamos pensando que los demás son mejores que nosotros, y por tanto les dejamos a ellos que hagan las cosas. “Yo mejor me aparto y paso desapercibido”.

Fíjate como se desvía este tipo de crítica de la constructiva. En esta última, una vez habíamos asumido que nos podemos equivocar, lo que hacíamos era analizar algo que habíamos hecho mal (o bien) para mejorarlo (o potenciarlo) la próxima vez. Lo que hacíamos era aprender de ella, pero no machacarnos constantemente con nuestros error y culparnos del mismo.

La autocrítica constructiva ve el error como algo “bueno”, ya que los errores pasan de ser meras equivocaciones más o menos graves, a ser oportunidades de aprendizaje y de mejora, ¡y eso es algo genial!

La autocrítica destructiva es como un ancla

¡Hay que aprender a soltar cargas!

Sin embargo, en la autocrítica destructiva los errores son el pan nuestro de cada día porque no valemos para hacer tal o cual cosa, así que la próxima vez, en vez de intentar hacerlo mejor, mejor no lo hacemos y así no nos equivocaremos.

Nos inmoviliza a nosotros mismos en el presente y en el futuro por algo que pasó en el pasado y que ya no podemos hacer nada para cambiarlo.

Sentimientos de culpa, ansiedad y depresión.

Como ya hemos ido viendo, esta autocrítica destructiva nos va a agotar mentalmente y nos va a bajar la autoestima, hasta el punto de que no nos vamos a ver capaces de hacer ciertas cosas, y si las hacemos, las haremos con disgusto e incluso con sensación de ansiedad.

Como los sentimientos de culpa y de reproche hacia ti mismo no paran, y además, muchas veces acabas concatenando errores puntuales del pasado para reforzar el mensaje de que no vales para hacer algo, acabas deprimiéndote. ¡Esa vista atrás tan a largo plazo socavaría la autoestima de cualquiera! No podemos vivir en el pasado, y mucho menos en los errores del pasado. Lo hecho, hecho está.

¿Cuáles son las señales más comunes?

¿Cómo sé que mi autocrítica no es sana? De todo lo que hemos hablamos hasta ahora ya se pueden deducir muchas señales que nos avisarán de ello, pero voy a hacer un listado en forma de resumen y voy a añadir también alguna más:

  • No buscamos el error para mejorar, sino para castigarnos. Y además, nos recreamos en él.
  • Dar explicaciones innecesarias sobre las cosas que hacemos. Justificar todo lo que hacemos o no hacemos es síntoma de inseguridad y de que no nos sentimos cómodos con lo que hacemos o a la hora de tomar decisiones.
  • Un exceso de amabilidad o de no querer ser molestia para los demás. Pedir perdón constantemente.
  • Excesiva susceptibilidad ante las reacciones de los demás.
  • Padecer síntomas fisiológicos de ansiedad, como tensión muscular, ritmo cardiaco acelerado, insomnio, etc.
  • Tendencia al perfeccionismo y a controlar todo lo que sucede. Miedo al error.
  • Dejar de hacer cosas por miedo a equivocarnos o al qué dirán.
  • Cuando algo sale mal, automáticamente buscamos si nosotros somos los culpables de eso.

Que alguna vez detectemos que nos sucede alguna de estas señales tampoco tiene que provocar la alarma de manera automática, ya que son sensaciones que a todos se nos pueden venir a la cabeza alguna vez, y eso creo que es normal.

El problema sería si vemos en nosotros mismos todas y cada una de esas señales, o que ciertas señales (más de una) se repiten con demasiada frecuencia. Y digo más de una porque normalmente una señal es consecuencia de otra. Por ejemplo, una persona excesivamente amable puede ser porque tiene miedo al error o a las críticas.

La autocrítica patológica supone una pesada losa que hay que mover

Si ya de por sí hay que superar obstáculos, soltemos lastre por lo menos…

 4 formas de combatir la autocrítica destructiva

Si te ves en alguna de estas situaciones, tengo buenas noticia para ti, y es que este tipo de situaciones se pueden trabajar para eliminarlas o minimizarlas al máximo posible, y pasar así de una autocrítica voraz y patológica, a una autocrítica más constructiva que nos va a ayudar a mejorar en nuestra vida.

El proceso es lento y va a requerir mucho esfuerzo por nuestra parte, ¡pero los resultados te pueden cambiar la vida! Aquí te dejo algunos consejos que me dieron a mí y que me ayudaron mucho a salir de ese pensamiento cíclico que me llevaba constantemente a no querer equivocarme y a estar constantemente buscando todo lo que hacía mal.

  • Hablar en pasado.
  • Lidiar con la profecía autocumplida: piensa en positivo.
  • Salir de la zona de confort.
  • La autocrítica debe ser sosegada.

1. Hablar en pasado

Hace ya algún tiempo, hablando con la que por aquel entonces era mi manager, me dio un consejo muy bueno para superar los obstáculos y los miedos que me frenen a la hora de hacer algo: hablar en pasado.

Muchas veces las soluciones más efectivas son las más sencillas de hacer, y créeme que en este caso lo es.

¿En qué consiste exactamente esta solución? Consiste en formular en tiempo pasado en nuestra cabeza los pensamientos que nos agobian o que nos asustan, y añadir después un “pero ahora ya no”.

Por ejemplo, una competencia en la que estoy trabajando actualmente es en la de hablar en público. Cuando me asaltan las dudas en mi cabeza sobre si lo voy a hacer bien, lo que hago es reformular esos pensamientos y decirme a mí mismo: “antes me ponía nervioso hablando en público, pero ahora ya no”.

Hay que evitar que la autocrítica destructiva se nutra de nuestro pasado

No dejes que el pasado no te deje vivir tu presente.

Parece mentira, pero al hablar en pasado parece que estás hablando de algo que ya no te sucede, y automáticamente es como si te quitases un peso de encima. Es como si el subconsciente pensase: “uy que bien, ya no me da miedo hablar en público, ufffff, menos mal, que tranquilidad me da eso”.

¡Probadlo, parece de broma, pero funciona! Cuando no te atrevas a hacer algo porque el miedo a equivocarte “como siempre” te está frenando, reformula ese pensamiento en pasado: piensa que te equivocabas antes, pero que ahora has aprendido y ya no te equivocas.

2. Profecía autocumplida

Piensa además que la percepción que tenemos de nosotros mismos finalmente se acaba convirtiendo en realidad. Si nos decimos constantemente que no somos capaces de hacer algo, acabará cumpliéndose la profecía y no seremos capaces de hacer eso. Mientras que si nos decimos a nosotros mismos que ya no nos vamos a equivocar, o que si nos equivocamos no va a pasar nada, seremos capaces de salir del estancamiento y empezar a hacer cosas.

¡Y olvida tus ansiedades! El 90 % de las cosas que nos preocupan son solo eso, preocupaciones que no sirven para nada y sobre cosas que, en la mayoría de los casos, nunca van a llegar a suceder.

Someterse a un cambio de mentalidad no sólo significa volver a dar forma a nuestra actitud mental, sino también sujetarse a ambientes nuevos y más emocionantes que estimulen la creatividad. Y esto me da pie al siguiente consejo.

3. Salir de la zona de confort

Salir de la zona de confort ayuda a combatir la autocrítica patológica

Buscar nuevos retos nos hará ganar seguridad en nosotros mismos.

Probar cosas nuevas, hacer las cosas de siempre pero de manera diferente, conocer gente nueva,  apuntarse a actividades de grupo, leer mucho para aprender de las situaciones de los demás… en general, abrirse a nuevas experiencias y a nuevos conocimientos que nos van a ayudar a dejar de lado nuestras vergüenzas, nuestras inseguridades, y nuestros miedos.

Cuando veamos que los demás también se equivocan, que también se ponen nerviosos o tensos ante ciertas situaciones, o que también les pasan por sus cabezas pensamientos de inseguridad como los nuestros, veremos que somos igual que los demás, ni mejores ni, por supuesto, peores. Habla con los demás y pregúntales por sus inseguridad, verás como ellos también las tienen.

Además de hablar en pasado, una cosa que a mí también me ha ido muy bien es participar en diferentes equipos de trabajo o de debate, o en actividades grupales en general. Ver como ante una nueva tarea a todos les asaltaban las mismas dudas que a mí, o ver como muchos pensaban lo mismo que yo sobre la gran mayoría de los temas, me ayudó a ver que los demás son como yo, piensan como yo, y que, por tanto, yo no soy diferente a ellos.

Por otra parte, hay que intentar aprovechar todas las oportunidades que se nos presenten para perfeccionar habilidades clave. Enfrentarnos a cosas que antes nos daban miedo es la mejor manera de mejorar nuestra autoconfianza.

4. La autocrítica debe ser sosegada

Como ya comenté cuando hablé de los beneficios de la autocrítica, para que ésta sea constructiva y eficaz, es mejor no tomarla en caliente y dejar pasar un tiempo prudencial en el que dejar enfriar la mente.

Muchas veces, cuando estamos disgustados porque algo acaba de salir mal, o eufóricos porque algo ha ido genial, no somos objetivos con nosotros mismos y tendemos a dramatizar la situación o a exaltar en exceso nuestras virtudes. Por eso, dejar pasar un lapso de tiempo para realizar el autoanálisis nos va a ayudar a ver las cosas con más sensatez, objetividad y perspectiva.

También es útil dedicar tiempo a ver cuáles son las competencias clave para nuestros trabajo e intentar mejorarlas. Si no sabes cuáles son, pregúntale a tu jefe, a ver si él o ella te las puede decir. Y ábrete al feedback, muchas veces van a ser los demás los que van a ver con más claridad que nosotros mismos qué es lo que tenemos que mejorar.

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Ahora que ya conoces la autocrítica destructiva y sabes como combatirla, ¿qué vas a hacer para intentar mejorar? Cuéntamelo en los comentarios, o déjame cualquier pensamiento que te venga a la cabeza sobre lo que acabas de leer, estaré encantado de escucharte :)

Y recuerda, si te ha gustado esta entrada compártela, igual a alguien más también le puede llegar a resultar útil. ¡Muchas gracias!

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Comentarios

  1. Lidia dice

    Hola Borja,

    Al leer esta entrada me ha venido a la cabeza un “método” que me vino de fábula a mi para dejar atrás el miedo y afrontar mejor las nuevas situaciones.
    En el pasado era muy vergonzosa y muy metidita dentro de mi huevo. De casualidad me apunté a una optativa en la Universidad, Dramatización, que me sirvió de mucho. Aunque al principio fue difícil, creo yo que para todos, tener que hablar delante de mucha gente y muchas veces hacer TONTERÍAS (sí, en mayúsculas), poco a poco fui perdiendo el miedo. Te aseguro que me cambió de un modo radical.
    Tras esta asignatura ya no tenía temor a que se fijaran en mí, a ser la que rompiese el hielo, preguntar dudas abiertamente en clase… Fue una maravilla.
    Muchas veces nos frenamos a nosotros mismos por miedo, como bien has dicho, y es muy importante conseguir superarlo. La vida es corta y hay que vivirla libre y siendo nosotros mismos.

    Un fuerte saludo.

    • dice

      ¡Hola Lidia!

      Desde luego lo tuyo fue una terapia de choque jaja. No siempre hace falta ser tan radical con las medidas y se puede ir poco a poco, con pequeños pasitos que ayuden a superar los miedos por tramos.

      De todos modos, me alegro muchísimo de que te atrevieses a dar el paso para super tus miedos, pues nunca es fácil. A mí aun me cuesta bastante enfrentarme a cosas que siempre he pensado que se me daban mal, pero poco a poco me voy enfrentando a ellas y superándolas.

      Muchas gracias por seguir por aquí, me alegro de que te esté gustando el blog y de que hayas decidido compartir algo tan personal con nosotros :)

      ¡Un saludo!

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