El largo proceso de aprender nuevas habilidades, o cómo hacemos ciertas cosas sin darnos cuenta
Hoy te voy a contar una historia, una que demuestra que el tiempo pone a cada uno en su lugar y que no se puede aparentar ser lo que no se es. Después de leerla, lo que me gustaría es que reflexiones y busques una historia similar en tu vida, ya que el autoconocimiento es básico para saber desde dónde partimos en nuestro camino hacia el autodesarrollo
Hace un tiempo ya, tenía programada una reunión con Nuria, mi manager. Nuria había cogido el mando de la sección donde estaba trabajando en sustitución de Caro, la manager que estaba antes con nosotros y que ya llevaba bastante tiempo.
En esa reunión íbamos a hablar sobre mi desarrollo personal en el trabajo. ¿Y qué pasaba? Pues que yo ya llevaba trabajando con los managers más cercanos sobre mi desarrollo bastante tiempo, recibiendo reuniones sobre coaching en las que había ido individualizando y detectando competencias, miedos o inseguridades que me estaban frenando.
Como estoy bastante interesado en mi crecimiento, y la reunión solo iba a ser de una hora, lo que hice fue hablar antes con Nuria para juntarnos previamente un momentito y ponerle así al día de la que había sido mi evolución hasta ahora, ya que de este modo en la reunión programada podríamos ir más directos al grano y no “perderíamos tiempo” poniéndonos al día.
¡Fue realmente sorprendente el aprendizaje que me lleve de allí!

Una conversación informal con tu manager tiene gran valor, ya que muchas veces de la espontaneidad sale información muy relevante
Comprendiendo que las etapas del desarrollo humano no son opcionales
Déjame que te ponga antes en contexto para poder explicártelo mejor.
Cuando empezamos a charlar me sorprendió bastante que fuese Nuria la que tenía algo preparado para mí, pues yo también tenía preparada una conversación, ya que pensaba que al haber propuesto yo el juntarnos, ella se dedicaría básicamente a escuchar.
Lo que hicimos fue coger el Lominger y su juego de cartas. Para los que no sepáis qué es el Lominger, os resumo que es un libro en el que salen un montón de competencias y habilidades que se supone que los grandes líderes deben tener, y te las va explicando una a una para ver si estamos o.k. en esa competencia, si estamos por debajo de la habilidad necesaria, o si abusamos de esa competencia hasta el punto de convertirla en algo negativo.
Yo ya conocía el libro, pues llevo bastante tiempo trabajando con él para detectar competencias que tengo que trabajar, pero tengo que reconocer que aun no conocía el juego de cartas.
Básicamente, el juego consiste en que hay tantas cartas como competencias desarrolla el libro (el núcleo central son 67 competencias). Cada carta desglosa una competencia en tres: “uso excesivo de esa habilidad”, “persona inexperta en esa habilidad”, o “persona experta con esa habilidad” (igual que lo hace el libro).
De todo el fajo de cartas, lo que hay que hacer es ir leyendo todas las competencias e ir agrupándolas en tres montones, separando respectivamente las habilidades que mejor manejas, de las que manejas en exceso, y de las que no manejas lo suficiente. Finalmente, tras ordenar las cartas en 3 montones más o menos iguales, hay que quedarse solo con 5 de cada.
Luego, hay una plantilla en la que esas cartas salen ordenadas agrupando las habilidades de cada una en diferentes rasgos de la personalidad, y lo que hay que hacer es ver en qué rasgo hay más cartas de esas 5 que has elegido por cada montón.
Hecho todo ésto, el resultado fue que tengo habilidad excesiva en competencias del grupo de las “relaciones personales e interpersonales”, y soy una persona inexperta en habilidades relacionadas con el “coraje”.
El juego de cartas del Lominger reafirmó lo que yo ya pensaba: necesito mejorar en habilidades de coraje, y por otro lado, intento agradar en exceso a las personas”
Yo ya sabía que saldría más o menos ese resultado, pues como ya cuento en mi historia, a grandes rasgos lo que tengo que hacer es mejorar mi miedo a equivocarme, mi determinación a la hora de hacer las cosas y enfrentarme a lo que me provoca inseguridad, y salir del perfeccionismo. Cosas todas ellas relacionadas con la falta de coraje en el trabajo.
Yo siempre he sido MUY perfeccionista y ahora entiendo por qué: era por miedo a equivocarme, a hacer las cosas mal, y a sus consecuencias”
Una vez terminado este proceso, le enseñé el resultado a Nuria y me dijo que ella también pensaba que saldría un resultado muy parecido al que salió, así que aproveché para pedirle feedback y preguntarle qué es lo que le hacía pensar eso, ya que, aunque sé que andaba un poco flojo en esas competencias, llevaba tiempo trabajándolas y me notaba que había mejorado bastante.
Me dijo más o menos lo que esperaba: que era una persona muy meticulosa trabajando, con baja tolerancia a hacer las cosas mal, y que aunque estaba bien ser así porque eso demostraba empuje por los resultados y por hacer las cosas bien, tenía que aprender a tomarme con más relatividad los errores y concienciarme de que no puede salir todo como yo quiero que salga.
Le pedí a mi manager un feedback sobre cómo me veía ahora en ese momento respecto de las competencias que ya llevaba bastante tiempo trabajando”
Y aunque todo eso que me dijo era verdad y estaba 100% de acuerdo, le pedí ejemplos concretos de lo que me estaba diciendo, ya que yo pensaba que por aquel entonces no demostraba tanto esos comportamientos porque, como ya digo, había mejorado bastante.
Como ya dije en el artículo sobre recibir feedback, si no estás 100% de acuerdo con lo que te están diciendo, o el mensaje es demasiado genérico como para sacar una conclusión específica y útil, lo mejor es pedir ejemplos concretos que apoyen el mensaje que te están mandando.
Así que eso eso lo que hice.
Y aquí fue cuando vino mi sorpresa.
Con la respuesta que me dio, descubrí hasta que punto hacemos las cosas y demostramos nuestra manera de ser y nuestros valores de una forma totalmente inconsciente.

El tiempo pone a cada uno en su lugar
Además, es sorprendente cómo los demás son capaces de ver mil veces mejor que nosotros mismos nuestras carencias y nuestras virtudes. ¡Por eso es tan importante pedir feedback!
Me puso dos ejemplos concretos DE ESE MISMO día que demostraban por qué soy demasiado perfeccionista y escrupuloso con los procedimientos. Repito: ¡de ese mismo día! Ni si quiera necesitó remontarse en el tiempo ni buscar ejemplos lejanos o excepcionales para demostrarme que tenía razón.
Como ya os he dicho en el título del principio, las etapas del desarrollo humano no nos las podemos saltar. Las mejoras internas llevan tiempo y no se interiorizan de un día para otro, y eso se descubre en nuestra forma de actuar diaria. Nadie puede aparentar eternamente ser lo que no es.
Primer ejemplo
Una de las cosas que me dijo fue relativa a la reunión que habíamos tenido esa misma mañana con todos los del equipo.
En esa reunión, ella presentó una hoja con un procedimiento de checklist sobre cosas que tenemos que hacer todos los días entre todos, y se la dio a dos compañeras para que le echasen un vistazo y dijesen si la dejarían así o cambiarían alguna cosa que ellas creyesen conveniente.
Finalmente, acabada la reunión, me acerqué a las compañeras, les pedí la hoja, le eché un vistazo, y le comente a Nuria un par de cosas que desde mi punto de vista cambiaría.
Para que todo esto que te estoy contando tenga más sentido, te diré también que fui el único que aportó ideas nuevas.
Así que cuando un rato después, en la charla que estábamos teniendo, le pregunté qué le hacía pensar que fuese tan perfeccionista, me dijo: “en la reunión de esta mañana, fíjate a quien le he dado la hoja y quién ha acabado al final con ella”.
¡Fue como ver la luz! ¡Era verdad! De una manera totalmente inconsciente había cogido la hoja porque quería ver cómo se iba a hacer el checklist y si me parecía bien.
No solo eso, me dijo “que también había sido la única persona que había pedido modificar algo de la hoja”, lo cual está muy bien porque, como me dijo, eso demuestra acción hacia conseguir resultados, y siempre hace falta gente así dentro de cualquier empresa, gente que intente buscar la excelencia en todo lo que hace.
Pero por otra parte, que justo hubiese tenido que ser yo el que había pedido poner algo a mi manera, era una muestra más que no hacía sino reforzar la idea de que tengo poca capacidad de relativizar las cosas, y de que siempre tengo que estar pendiente de cómo se están haciendo las cosas para ver si se hacen bien.
Tenía más razón que un Santo.
Segundo ejemplo
He dicho que me dio un par de ejemplos sobre qué le hacía pensar que fuese tan controlador sobre todo lo que pasa a mi alrededor.
El segundo ejemplo fue que solo dos personas, de entre los más de 20 que formamos su equipo, habíamos pedido una charla previa con ella para preparar la futura reunión sobre desarrollo. “Curiosamente -me dijo- las dos personas más perfeccionas de todo el grupo, las dos que menos dejáis nada al azar, y las que más necesitan supervisar todo lo que pasa a su alrededor”.
¡Y es verdad! Yo mismo me doy cuenta de que necesito preparar previamente todo lo que hago, y no dejo de pensar en todo lo que podría ir mal para preparar soluciones antes de que se presenten los problemas.
El 85% de nuestras preocupaciones nunca se acaban produciendo”
A ver, que por un lado todo eso está bien, ya que las cosas hay que hacerlas bien, pero todo tiene un límite, y hay que ser conscientes de que hay cosas que siempre van a salir mal por mucho que me empeñe en planificarlo todo antes. Eso es algo inevitable y con lo que todos tenemos que convivir. Lo que hay que hacer en esos casos es enfrentarse a los problemas y no dejarlos pasar.
Cómo ya os podréis imaginar, me di cuenta de que todavía me quedaba mucho camino por recorrer para llegar a donde quiero estar. Pero bueno, por lo menos la dirección era la correcta.
Si os fijáis, yo creo que todo esto que he contado tiene bastante sentido, y es natural si atendemos a las 4 etapas del desarrollo humano.
- Inconsciente e inexperto (en una habilidad).
- Consciente e inexperto.
- Consciente y experto.
- Inconsciente y experto.
En ese caso, yo estaba entre la segunda y la tercera etapa. Sabía lo que tenía que mejorar, cada vez era más experto en esas competencias, pero todavía estaba en la fase consciente, es decir, que para utilizar la competencia en la medida más adecuada aun lo tenía que pensar, ya que es algo que no me salía solo o de manera natural.
A día de hoy, aunque sigo mejorando, aun queda mucho por hacer. Y cuando alcance el nivel de manejo deseado para esa habilidad, habrá que seguir trabajando para no perderlo, e incluso para no acabar excediéndome en su uso.
¡Seguiremos trabajando pues!
Moraleja
Y aunque todo esto te lo he contado sobre mí, la idea que quiero que te lleves es aplicable a ti también. Muchas veces hacemos cosas sin darnos cuenta, tanto buenas como malas, y solo con la práctica vamos a ser capaces de interiorizar y mejorar conductas y comportamientos hasta que nos salgan de una manera natural y nada forzada.
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Llega el momento de reflexionar. ¿Has tenido tú alguna vez una revelación como la que tuve yo? ¿Qué es lo que hiciste después? Dejo abiertos los comentarios para que me cuentes tu experiencia y todos podamos aprender de ella.
Y si te ha gustado la entrada, no olvides compartirla a tus amigos en las redes sociales.
¡Un fuerte abrazo!
Hola Borja,
Desearte mucho ánimo y a seguir mejorando!!!
Muchas gracias por los ánimos y por comentar!
Seguiré trabajando para lograr lo mejor de mí mismo, no lo dudes! Jeje
Un saludo